Ayudando en el hospital

Había escuchado en las noticias semanales de la villa que había habido una epidemia que había afectado a un gran número de personas en la villa, al parecer el hospital estaba desbordado y los médicos no podían atender ellos solos a todo el mundo. Esa misma mañana, mientras ojeaba el periódico para enterarme sobre los avances de esa epidemia, vi un anuncio en el que se pedía la ayuda de todos aquellos que pudiesen aportar algo en el hospital, sin dudarlo ni un momento y aunque no había dormido gran cosa es anoche y prefería descansar, sentí que debía hacerlo por la villa, ayudar a toda esa gente enferma y a los médicos que a pesar de su colosal esfuerzo no podían con tanta gente. -Kobu, hoy vamos a prestar un auténtico servicio a la villa.- Kobu se relamió los morros y luego contestó con un ladrido, parecía estar de acuerdo con prestar nuestra ayuda al hosptal. Tras vestirme ambos salimos de casa rumbo hacia el hospital, que estaba a un cuarto de hora mas o menos del piso en el que yo vivía. Por el camino hacia el hospital vimos a un equipo de médicos que corrían justo en dirección opuesta a la nuestra. -EY, ¿a dónde os dirijís? ¿podemos echaros una mano?- Pregunté mientras cambiaba radicalmente el rumbo y empezaba a correr detrás de ellos.

Mientras corríamos rumbo hacia alguna parte de la villa los médicos nos explicaron que habán encontrado a una familia entera que sufría de la epidemia, iban a llevarlos a todos  al hospital. -Si queréis ayudar será mejor que te pongas esto.- Dijo uno de los médicos mientras me echaba lo que parecía ser una mascarilla higiénica. Me la puse y al momento me la bajé para poder hablar, porque con ella no se me entendía nada. -¿Los perros no pueden ser contagiados por la epidemia verdad?- Al ver que no me daban una mascarilla para Kobu lo supuse, pero quería cerciorarme porque no me iba a arriesgar a que mi perro fuese contagiado. -No, tranquilo, esta enfermedad tan extraña solo afecta a las personas.- Cuando llegamos a la casa, había una gran expectación allí, mucha gente miraba desde los valcones y desde las puertas de su casas. Los médcos fueron sacando de la casa a todo el mundo y luego cada uno de nosotros se encargó de coger uno de los enfermos y transportarlos hasta el hospital. Yo cogí en brazos a un pequeño niño que al verme con la mascarilla se asustó mucho pensando que la enfermedad que tenía era grave.

Tratando de tranquilizar al chico de camino al hospital me paré un momento y lo dejé en el suelo. -¿Te gustaría montarte encima de mi amigo Kobu? seguro que puede llevarte hasta el hospital.- El niño esbozó una sonrisa y entonces afirmo energéticamente con la cabeza. Lo cogí de las axilas y lo coloqué justo en el lomo de Kobu, al que no le hacía mucha gracia cargar con nadie pero sabía que en ese momento era importante sacarle una sonrisa a ese niño. Así, a lomos de un perro lobo el niño llego contento y emocionado hasta el hospital. -Gracias amigo, sé que no te gusta cargar a nadie, pero hemos hecho muy feliz a ese niño en un momento como este tan complicado para él, que ha visto como su familia caía víctima de la epidemia.- Nuestra siguiente tarea en el hospital, fue llevar camillas de un ala al otro del edificio, de la zona de riesgo a la zona de menos riesgo, cuando los internos en el hospital ya salían del peligro de sufrir de nuevo la enfermedad. Así estuvimos durante bastante tiempo hasta que finalmente un médico bastante joven se nos acercó a Kobu y a mí.

El joven médico nos dijo que nos había visto como habíamos hecho sonreir a ese niño que trajimos y dijo que tan importante como que se recuperasen de la enfermedad, era que los niños recuperasen también la sonrisa. Por ello nos encargó a nosotros dos la zona habilitada para los niños enfermos, para que les mantuviésemos contentos y risueños durante el tiempo que necesitasen estar ahí. -Sin nngún problema nos encargaremos de eso, yo también considero que es muy importante sacarles una sonrisa a los niños que viven estas situaciones.- Agregué antes de volver a ponerme la mascarilla y dirigirme hacia la zona de los niños. Durante todo lo que nos quedó de día, Kobu y yo estubimos realizando trucos como caminar por las paredes, convertir a Kobu en mí y todo tipo de cosas que considerábamos divertidas para ellos, incluso, a petición propia de Kobu, los niños se montaron de uno en uno encima de Kobu para dar una vuelta por la habitación. Creo que montarse encima de Kobu era lo que más les gustaba a los niños. Finalmente, cuando todos los niños cayeron rendidos al sueño y al cansancio, nuestro trabajo como auxiliares de enfermería concluyó.