Rumbo al examen de ascenso (2)

Me había pasado gran parte de la travesía meditando o durmiendo por lo que el viaje se me había pasado en un abrir y cerrar de ojos. En ese momento me encontraba desembarcando, ya en el País de las Olas, una pequeña isla que se encuentra geográficamente alejada de las otras naciones, es una tierra que no posee una aldea ninja, debido a que no es influenciado por otros países y a que está protegida de ellos por el mar. Me despedí del capitán del barco, de quien me había hecho amigo, lejos de lo que yo hubiese imaginado y seguí con mi viaje.

El clima no era óptimo para viajar ya que se presentaba con una densa niebla y con una leve lluvia, sin embargo, no podía permitirme el lujo de esperar que parase de llover, o de lo contrario, lo único que conseguiría sería llegar tarde al examen de ascenso.

Caminando por aquí y por allá, por distintos lugares de aquel país, pude reparar en que la mayoría de sus habitantes usaban sombreros de paja, igual se trataba de alguna arraigada tradición, no le veía mayor uso que como un mero complemento decorativo.

Habían pasado un par de horas, me encontraba cerca de la frontera con el País del Fuego, eso me traía recuerdos del pasado, de una época en la que yo todavía vivía en la Villa Oculta de la Hoja con mis progenitores y de una época en la que vivía atrapado en una vida llena de mentiras, falsas esperanzas y fantasías. No podía permitirme el lujo de que esos pensamientos distrajesen mi mente, yo tenía un objetivo, desempeñar un buen papel en aquel evento y conseguir que el maestro Akira estuviese orgulloso de mi, su pupilo. Un paso más y legalmente, me encontraría en el País del Fuego: — "Hogar, dulce hogar" — pensé con sarcasmo. Seguí caminando, en silencio, escuchando el ruido de las hojas al pisar en ellas y del viento moviendo las ramas de los árboles. Pronto llegaría a mi destino y quien sabe, igual me enfrentaría a alguno de mis antiguos compañeros en la Villa Oculta de la Hoja, se llevarían una "grata sorpresa" al verme. El viaje estaba siendo un poco aburrido sin Akira pero estaba seguro de que merecería la pena, al fin y al cabo, un shinobi tenía que saber apreciar el valor del silencio.

OFF:

Hacía muy buen día para viajar, el cielo estaba totalmente despejado y el sol brillaba con un esplendor maravilloso. Yo me encontraba en el puerto del País de las Olas, en busca de alguien que me llevase de vuelta al País del Agua, ya que, si bien podía correr por encima del agua, así no tendría que gastar Chakra y no perdería tiempo en descansar al llegar a la villa.

Comencé a caminar por el muelle, en busca de alguien que me pudiese llevar de regreso al País del Agua a un precio asequible, ya que no disponía de mucho dinero. Me acerqué a uno de los capitanes para así poder confirmar mi viaje y realizar el respectivo pago. Era un hombre de avanzada edad, en torno a setenta años, de aspecto desaliñado y que vestía una ropa harapienta y sucia. El poco pelo que le quedaba era muy blanco, su barba era larga y blanca también, sus ojos pequeños y negros, su nariz aguileña y sus labios muy gruesos. No era precisamente una persona demasiado agradable a la vista, sin embargo, decidí hablar con él y es que su aspecto físico era lo que menos me importaba:

— Buenos días capitán, me gustaría viajar con usted. Ya he viajado en otra ocasión con usted y sé de sobra que se dirige al País del Agua. Se acuerda de mi? — dije a modo de breve saludo, a pesar de que seguro que se acordaba de mi.

El capitán del barco, que zarpaba rumbo al País de las Olas, me miró de arriba a abajo durante un par de segundos, me sonrió y me respondió:

— Pues claro que me acuerdo de ti chaval, ¿cómo te va? Tienes que entregarme doscientos Ryos y partimos en ahora mismo, así que date prisa y sube al barco — dijo el capitán tendiendo su mano, esperando el correspondiente pago.

Le entregué sin rechistar la cantidad acordada y subí al barco. La verdad es que era todo un lujo viajar a aquellas horas ya que así no tendría que aguantar el bullicio de los lugareños o de forasteros de paso y podría meditar un poco, me ayudaría a descansar, el viaje había sido bastante duro y cansado. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida, estaba ansioso por partir y no podía esperar que llegase la hora de encontrarme de nuevo en la Villa Oculta de la Niebla, frente a frente con mi maestro Akira, a quien ya hacía un tiempo que no veía.

El barco partió al fin y enseguida perdí de vista la costa del País del Agua, ahora, ante mi, tan solo observaba el extenso mar.

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