Rumbo al examen de ascenso (1)

Hacía un día pésimo, las nubes asomaban por el horizonte, amenazantes, prometiendo descargar una gran tormenta en cuestión de unas pocas horas, por ese motivo, iba corriendo, quería embarcar en uno de los botes que se dirigían al País de las Olas antes de que el clima dificultase mi viaje. A pesar de ser la segunda vez que me embarcaba en un viaje por el mundo shinobi y esa vez lo hacía solo, no fue difícil encontrar el puerto del País del Agua, el cual se encontraba en el Pueblo Eiji.

Me acerqué a uno de los capitanes para así poder confirmar mi viaje y realizar el respectivo pago. Era un hombre de avanzada edad, en torno a sesenta años, de aspecto desaliñado y que vestía una ropa harapienta y sucia. El poco pelo que le quedaba era muy blanco, su barba era larga y blanca también, sus ojos pequeños y negros, su nariz aguileña y sus labios muy gruesos. No era precisamente una persona demasiado agradable a la vista, sin embargo, decidí hablar con él:

— Buenos días capitán, un humilde campesino me ha dicho que usted es el que realiza viajes hacia el País de las Olas y bueno... es hacia donde yo me dirijo. Usted tan solo dígame cuales son sus honorarios y la hora de partida y todo arreglado — dije sin perder tiempo en presentaciones innecesarias.

El capitán del barco, que zarpaba rumbo al País de las Olas, me miró de arriba a abajo durante un par de segundos y sin la menor intención de cotillear una vida ajena, me respondió:

— Pues te han informado bien chaval. Tienes que entregarme doscientos Ryos y partimos en cinco minutos, así que date prisa — dijo el capitán tendiendo su mano, esperando mi pago.

Le entregué sin rechistar la cantidad acordada y subí al barco. La verdad es que era todo un lujo viajar a aquellas horas ya que así no tendría que aguantar el bullicio de los lugareños o de forasteros de paso y podría meditar un poco, me ayudaría a tranquilizarme de cara al acontecimiento tan importante que tendría lugar en la Villa Oculta de la Arena. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida, estaba ansioso por partir y no podía esperar que llegase la hora de encontrarme en un coliseo, frente a frente con algún otro excepcional shinobi.

El barco partió al fin y enseguida perdí de vista la costa del País del Agua, ahora, ante mi, tan solo observaba el extenso mar.

OFF:

Había pasado todo el viaje durmiendo, ya que el barco había partido de noche, sin embargo, el amanecer me había despertado y para mi sorpresa, ya se podía ver tierra firme. El cambio climático era notorio y es que era algo totalmente lógico, no hacía el mismo tiempo en un país que en el otro. El País del Agua era mucho más frío y húmedo, con abundantes nieblas siempre con muchas posibilidades de precipitaciones, de cualquier tipo y de abundancia variable. Acostumbrado desde niño al buen clima del País del Fuego había sido difícil para mi adaptarme, sin embargo, de alguna forma, aquel archipiélago conocido como el País del Agua había logrado cautivarme.

No tardamos ni media hora en llegar desde que habíamos visto tierra firme, el barco había levado anclas en el Pueblo Eiji, el lugar en el que se ubicaba la Villa Oculta de la Niebla, el lugar al que yo me dirigía. Eso me hacía pensar en que lo primero que tenía que hacer al llegar de nuevo a la villa era visitar a Akira y contarle lo sucedido en la cueva legendaria del País de la Cascada, en donde había encontrado el arma que cargaba a mis espaldas, luego tendría que continuar con el entrenamiento y es que a pesar de que aún me quedaba mucho tiempo para prepararme para ser un valioso Jounin, quería intentar que fuese lo más rápido posible. Necesitaba convertirme en un valioso miembro de la Villa Oculta de la Niebla y enseñarle al mundo entero lo que significaba para mi mismo mi camino shinobi, jamás me rendiría porque yo tengo agallas y nunca retrocedo a mi palabra.

Me despedí de todos los miembros de la tripulación de aquel navío, los cuales eran muy amables y tras bajar del barco, me dispuse a andar por las calles del Pueblo Eiji, rumbo a la villa. No se veía a muchas personas por la calle, seguro que la gran mayoría estaban durmiendo, o en sus casas, resguardados del frío que hacía en aquel país. La verdad es que jamás en mi vida había notado que mi existencia tuviese sentido alguno, excepto desde que me encontraba sirviendo a la Villa Oculta de la Niebla, se lo debía a mi maestro Akira, ahora soy feliz. Ya no quedaba demasiado para ver de nuevo a mi querido maestro, ¿cómo estaría? Acaso estaría preocupado por mí?

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